17 diciembre 2012

Lo prescindible


Donde la muerte te encuentre

Fernando Otero

Algaida, 2012

ISBN: 978-84-9877-817-5

265 páginas

20 €

XVII Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla



Juan Carlos Sierra

A Fernando Otero se le conoce otra novela con premio, La Sonanta, ganadora del XII Certamen Literario Universidad de Sevilla en 2006 y apadrinada en su presentación por Arturo Pérez-Reverte. La obra en cuestión, a pesar del galardón, podría no haberse publicado y la historia de la literatura en español no habría sufrido una pérdida significativa.

Pero no toca ahora hablar de La Sonanta, sino de Donde la muerte te encuentre, la segunda novela de Fernando Otero y su segundo premio literario, en este caso el del  Ateneo de Sevilla en su modalidad de narrativa joven.

La historia que se cuenta en Donde la muerte te encuentre gira en torno a un profesor de Historia, Ginés Maldonado, que obsesionado por la figura del Che viaja a Cuba a investigar para su tesis doctoral las circunstancias de la muerte del guerrillero en Bolivia, aquellas que el régimen castrista ha silenciado porque lo dejarían en muy mal lugar. Este material en manos de un novelista dotado puede dar lugar a un entretenido relato de intriga política, de espionaje, de traiciones y fidelidades,… Sin embargo, en la obra reseñada gana por demasiados cuerpos lo previsible gracias, sobre todo, al esquematismo con que son tratados los personajes, al perfil bajo literariamente hablando que presentan. Cualquiera con un bagaje lector medio puede ir anticipando sin demasiados problemas los pasos que van a dar los personajes, porque su bondad o maldad quedan fuera de cualquier duda o complejidad psicológica.

Hablando de anticipación, como era previsible hablando de Cuba, aparece el sexo, tópico algo casposo del que no escapa la novela, a pesar de que el autor intente colocar a su protagonista masculino a una altura moral e intelectual muy elevada respecto al turismo sexual que frecuenta la isla; al fin y al cabo, Ginés Maldonado ha ido a Cuba en misión cultural o científica. Por consiguiente, tirarse con insaciable e incansable ardor viril hispano a la camarera del hotel donde se hospeda Maldonado solo es una anécdota sin importancia para la arquitectura de la novela que además, literariamente hablando, no aporta nada al relato salvo el mismo tópico del que supuestamente se pretende huir.

No obstante, lo realmente relevante en el entramado de la novela es el amor y sus daños colaterales. Ginés Maldonado escapa de una relación con Raquel Osorio, una muchacha del pueblo donde ejerce como profesor de instituto, y cuando llega a Cuba se enreda sentimental y carnalmente con Neliza Valdés, responsable del Centro de Estudios Che Guevara. Este triángulo amoroso lo resuelve Fernando Otero a la manera de esas películas de tarde de ciertos canales televisivos donde todo sale a pedir de boca del protagonista: en mitad de la defensa de su tesis doctoral y sin pruebas que avalen su versión sobre la muerte del Che, porque la chica cubana ha venido a España enviada por su gobierno para robarle a Maldonado -polvo mediante- los documentos que prueban la traición al guerrillero; cuando todo se va por la borda, cuando se desvanece lo que ha dado sentido a este fragmento de la vida de Maldonado, cuando se desliza por la alcantarilla la apuesta del protagonista frente al amor verdadero de Raquel Osorio, aparece precisamente esta en mitad de una sala abarrotada de gente y de prensa -algo muy común en la defensa de una tesis doctoral- con los documentos que necesita Maldonado para que no echen por tierra su teoría, documentos que, arrepentida, Neliza le ha entregado a Raquel en un fortuito encuentro en el pueblo; y entonces saltan los ‘flashes’ de la prensa acreditada, la sala rompe en una estruendosa ovación y la chica cubana, que todo lo observa desde lejos, se marcha aceptando su derrota amorosa y política. En fin, un final feliz de lo más verosímil y contenido.

Aparte de su arquitectura narrativa deficiente, la novela cae en errores básicos de algo que se estudia en los institutos donde da clase Ginés Maldonado, la sintaxis. Uno puede entender ciertas faltas de ortografía que aparecen en la narración, incluso alguna ausencia misteriosa de tildes, porque las erratas existen y las prisas con las que se trabaja últimamente en ciertas editoriales invitan a imitar el lenguaje de los ‘sms’. Pero hay frases en la novela que atentan contra las normas sintácticas más primarias, como que una retahíla de subordinadas concesivas con la conjunción "aunque" necesita una cláusula principal que la sustente (página 152) o que el pronombre de complemento indirecto concuerda con el sintagma al que hace referencia: “…a todos le ofrecieron…” (página 94) o que el sujeto no puede separarse del predicado con una coma: “Cuando esto sucedía Ginés, cambiaba rápidamente de confidente…” (página 243) o que, en otro orden de cosas un poco alejadas de lo sintáctico, las fórmulas de tratamiento han de guardar cierta coherencia: “Vuestra empresa es difícil, pero son ustedes los mejores. Confío en vosotros” (página 167).

Como ocurría con la primera novela de Fernando Otero, si no se hubiese publicado Donde la muerte te encuentre, tampoco habría pasado nada. Y es que hay textos que es mejor dejar en la oscuridad de un cajón o de un disco duro para que se los coman las polillas o los infecte un virus.

2 comentarios:

Jabo H Pizarroso dijo...

La contundencia de la educación en la crítica y la limpia sinceridad que transmite ésta me gustaron. Ambas cosas. Sí. Un abrazo, Juan Carlos.

Juan Carlos Sierra dijo...

Graias, Jabo. No soporto la sensación de que se hayan quedado conmigo cuando leo un libro, veo una película, voy a una exposición,... Un abrazo.