13 junio 2012

Amores perros


La niña que hacía llorar a la gente

Carlos Pérez Merinero

El Garaje, 2011

ISBN: 978-84-938214-6-3

390 páginas

20 €






Fran G. Matute

La muerte de Carlos Pérez Merinero, en enero de este año, tuvo relativamente poco impacto en la prensa literaria. Sólo unos pocos seguidores de renombre (Rafael Reig, por ejemplo) y algunos foros especializados en novela negra se hicieron eco del fallecimiento de este sevillano pionero en el género criminal de este país. Personalmente, debo reconocer que soy un recién llegado al mundo de Pérez Merinero y precisamente por eso me erijo como un ferviente defensor de su figura tangencial dentro del mundo de las letras patrias. A Pérez Merinero llego tarde pero con ganas y sirva esta reseña de su última novela publicada en vida (desconocemos si habrá algo por ahí en los cajones de algún editor avispado) como sentido homenaje al autor de Días de guardar (1981), probablemente la novela más cafre de cuantas se han escrito en este país antes llamado España. 

Me gusta citar a las fuentes y por eso debo el descubrimiento de este autor a nuestro estadista Alejandro Luque, esa enciclopedia andante que con su "erudición nunca avasalladora" (Paco Camero 'dixit') me mostró los orígenes del 'noir' ibérico. Carlos Pérez Merinero es, evidentemente, un escritor de la periferia pero es también, en muchos aspectos, una especie de padre literario. Nos cuesta concebir la literatura del citado Reig o, por qué no, del propio Montero Glez sin la existencia de Merinero. Un autor 'pulp' pero con enorme personalidad y estilo en su prosa, construida sobre monólogos intensos como hace en La niña que hacía llorar a la gente. Un soliloquio sin pausas de cerca de cuatrocientas páginas en los que el autor/protagonista juega con la metaliteratura de su propio argumento. Un criminal de esos que lo son más por omisión que por acción que confiesa sus pecados en una narración detallista en la que constantemente se está -permítanme que tome prestada la expresión de otro insigne estadista- "ventilando la tramoya". Un ejercicio postmoderno que puede llegar a resultar agotador por repetitivo pero que en ningún momento resta emoción a la historia que nos cuenta Pérez Merinero en esta novela.

Podríamos discutir, eso sí, el acierto de un título como La niña que hacía llorar a la gente, más propio de esas sagas policíacas tan exitosas que se publican en el norte de Europa, así como el diseño de una portada a todas luces descorazonadora. Por no hablar de la descuidada edición de este libro, repleta de errores mecanográficos y alguna que otra errata imperdonable. Pero la verdad es que todos estos elementos otorgan mayor entidad a la novela, pues Pérez Merinero debe seguir siendo un autor 'underground', de novela de quiosco y así es como lo queremos recordar. Sin ínfulas de gran escritor devorado por el sistema. Un autor coherente del que podemos extraer conexiones sólo con mirar sus portadas. En Días de guardar lucía palmito una 'femme fatale' de gafas oscuras, que bien podría ser un trasunto de la verdadera "niña que hacía llorar a la gente", una actriz infantil, explotada en su juventud que decide romper con todo en venganza por un secuestro que sufrió en su pleno apogeo. Y así, en Sangre nuestra (2005) dos niños angelicales blanden un sangriento cuchillo. Y no podemos dejar de pensar en ellos como las verdaderas víctimas de esta novela. Porque La niña que hacía llorar a la gente va sobre secuestros, amores y perros; sobre una culpa indigesta y unos niños asesinados para saciar una venganza imposible.

Y luego está el componente cinematográfico, pues Pérez Merinero es, por encima de todo, un hombre de cine. Que su texto haga constantes referencias a un futuro guión de cine. Que la protagonista sea una actriz infantil del tipo de Marisol. Que muchas escenas hablen del punto de vista del director. Todo esto encaja a la perfección con la visión literaria del autor por ese bagaje audiovisual que trae consigo el que fuera guionista de obras importantes como Amantes (1991) de Vicente Aranda.

Puede que ya no vea la luz más material literario de Carlos Pérez Merinero, por lo que no nos podemos permitir que el llamado Jim Thompson español (aunque este título lo lleve hoy día a gala Carlos Zanón) caiga en el olvido. Rebusquen por las tiendas de segunda mano. O aprovechen la coyuntura y compren esta novela publicada por la afortunada editorial El Garaje porque pronto será una obra de culto. No digan luego que no se lo advertimos. 

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