24 abril 2012

Arte de marear al lector




Renta antigua

Jon Juaristi

Visor, 2012. Colección "Palabra de Honor"

ISBN: 978-84-9895-077-9

78 páginas

16 €





Juan Carlos Sierra

Supongo que cuando uno se va acercando a cierta edad provecta, al hilo del evidente y natural deterioro físico, van apareciendo unas inquietudes de las que no tuvo noticia el inestable veinteañero ni el melancólico cuarentón. Aunque se han dado casos -literarios y no literarios- de adolescentes metidos a jubilados cascarrabias e invocadores de la parca, lo más común es que uno empiece a acordarse de santa Bárbara cuando truenan las articulaciones del cuerpo o la memoria.

Digo esto porque Jon Juaristi (Bilbao, 1951) -hagan cuentas- nos entrega un libro, Renta antigua, en el que se subraya, sobre todo, lo presumiblemente poco que queda por hacer en comparación con lo vivido. Y de acuerdo con esta clave y los desasosiegos que pueda producir, se articula un discurso de diferentes tonalidades.

La conciencia de final de trayecto y de cierto ajuste de cuentas con el pasado que evidencia el conjunto de los poemas que componen Renta antigua podría haberse poetizado desde la gravedad y el rictus serio y preocupado; incluso desde la elegía. De hecho, el arranque del libro induce a pensar que el tono del libro va a encaminarse por estos derroteros. Sin embargo, a la vuelta de un par de poemas, irrumpe en el libro el tono irónico, la humorada, el poderoso extrañamiento y la necesaria distancia de quien se ríe de todo, incluso de los clásicos sacralizados por la tradición literaria en materia de finales de trayecto vitales ("Ligero de equipaje"). Y así se mantendrá hasta que de nuevo se retome la senda del inicio. Y luego, vuelta al jugueteo, a la chispa, al jijí-jajá. Y…

No sé si se trata de homenajear a su Arte de marear (Hiperión, 1988), pero Jon Juaristi consigue efectivamente "marear" un poco al lector con tanta ida y venida del humor a la seriedad, del chascarrillo -a veces con pinceladas de parodia intertextual- a lo solemne. A ello contribuye además la falta de una estructura más o menos definida en el libro; a no ser que esta se sustente precisamente en la marea de bromas y veras, en cuyo caso el efecto sigue siendo el mismo.

En cuanto al "arte" de Jon Juaristi, el escritor bilbaíno usa y abusa del metro clásico y de la rima más sonora, la consonante, que consigue en multitud de ocasiones acercarse -¿intencionadamente?- a lo ripioso. No se le puede negar, no obstante, a Juaristi su habilidad en el manejo de las formas poéticas tradicionales, que se manifiesta especialmente cuando las retuerce forzando su estructura clásica -muy frecuentemente con alguna suerte de pie quebrado- para ajustarlas a sus necesidades expresivas. A esto hay que añadir además la parodia, especialmente conseguida en los poemas "Dos de Mayo" y "Canto de frontera".

Está bien eso de reírse de lo más grave con las más solemnemente tradicionales herramientas líricas, porque el humor es una cosa muy seria y la "automofa" un signo de inteligencia -o un arma preventiva ante los ataques externos-. El problema que plantea el libro es que quizá el lector salga de él un poco aturdido por no saber muy bien a qué atenerse, aunque hay que plantearse al mismo tiempo que probablemente la intención del autor no fuera la de ofrecer respuestas cerradas, sino la de mantener abierta la puerta a las preguntas.

En todo caso, la cuestión más alarmante que queda pendiente al cerrar el libro es qué pretende exactamente Jon Juaristi con su Renta antigua, porque tanto chiste más o menos facilón deja paradójicamente un amargo sabor de boca y cierta insatisfacción. O a lo peor para quien suscribe esta reseña es que no se ha enterado de nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El último poema del libro, "Canto de frontera" es una obra maestra, de lo mejor que ha escrito Juaristi. Sólo por este poema, que mezcla lo grave y lo paródico, merece la pena este libro (tan libre y fértil, por otra parte).