08 marzo 2012

Ansiamos belleza


Codex de los placeres y los encantos

Martín Rodríguez-Gaona

Olifante, 2011

ISBN: 978-84-9294-213-8

80 páginas

15 €

Introducción de Manuel Rico



Rafael Suárez Plácido

Algunos textos nos llevan a dialogar con ellos, aunque haya divergencias, y esto es así cuando encontramos una voz lúcida, objetiva y abierta. Uno de estos textos resultó ser Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes (2010), de Martín Rodríguez-Gaona, al que entonces desconocía. Más adelante leí su poemario Parque infantil (2005), un sugerente diálogo con el padre que ya no está. Hay temas difíciles que nos llevan a caer en excesos sentimentales. La ausencia del padre es uno de ellos.

Codex de los poderes y los encantos es uno de los mejores poemarios que he leído este año. Usando palabras del crítico Rodríguez-Gaona, diría que es “un libro de poemas que, tomando elementos de la narrativa de ficción (aquí tendría que añadir: y del ensayo), se propone como un canto en abierto desafío a los aspectos homogeneizadores y deshumanizados de la sociedad contemporánea”. Son las palabras con las que presenta Resurrección, de Manuel Vilas. El autor se inscribe así en una de las más interesantes de las corrientes de la poesía castellana actual, aportando una experiencia propia, leída, meditada y vivida. El libro nos ofrece, en siete frescos, una cosmogonía particular en la que reflexiona sobre su vida y sus dudas, las de un lector que ha entrado en los cuarenta, sorprendido de que con el tiempo, todo parece más difuso.

En Parque infantil, encontramos una poesía más concreta, que fija los recuerdos del padre y de un mundo repleto de certezas, en el que nos sentíamos protegidos. Son poemas y versos breves, que ya adelantan técnicas como el collage, el lenguaje coloquial y la cultura popular. El nuevo libro enmarca estos elementos en la alta cultura. Desde el título se percibe la pretensión de explicar el mundo. Los poderes y los encantos son una de las caras que nos ofrece este mundo frente a la realidad. Lo social está presente, pero no es la base ni el sustento. Algunos pensamos que son caras indivisibles de una misma moneda.

El libro nos ofrece una visita al cementerio de Highgate, donde descansan los restos de hombres ilustres, pero nos dirige a las tumbas de algunas mujeres que les acompañaron. Las referencias son múltiples: la Biblia; esa otra historia sagrada que es la obra de Eliot y su amigo Pound, en quienes habría que encontrar el primer paso de esta búsqueda que es actualmente la poesía: escupir poemas, escupir vida; o Nabokov; o los más próximos César Vallejo o el Inca Garcilaso, que arropan las historias del poeta peruano que busca la verdad. Esta búsqueda atañe a cualquier persona, pero es la razón de ser de un escritor, y para hacerlo, es vital haber leído antes. Así leemos un texto que bien podría haber estado en su libro anterior: “¿Qué puedo decirte que no habite en ti? / Sólo aspiro a vivir en tu reflejo. Tienes razón: / algunos son herencias, otros representan benévolos / hermanos mayores. / Todos poseen un significado distinto / mas sus páginas encierran / las historias que te gustan tanto. / Ellos nos mostrarán / el camino para llegar a casa.”

Nada nos asegura el éxito. Es más, sabemos que es una lucha abocada al fracaso, porque hoy los poetas declaran su nombradía, son albatros de los que se ríen los marineros: “¿Eres tú aquella divinidad / del Arpa y la Poesía? ¿Por qué quieres / que me porte como una santa / y me llamas Cecilia? Eres un tío / muy raro, joder, así que / déjame en paz.” Pero algunos, quizá demasiados, seguimos buscando algo en estos libros: “Ansiamos belleza, Padre, y no / sabiduría.”

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