08 febrero 2012

Quitarnos la venda de los ojos



Articuentos completos

Juan José Millás

Seix Barral, 2011. Colección “Biblioteca Breve”

ISBN: 978-84-322-0942-0

957 páginas

27 €




José M. López

Ya era hora de que nos dijeran la verdad. Por fin alguien nos abre los ojos. Finalmente, hay una persona que, desde algún medio de comunicación (porque la mayoría de estos textos se publicó previamente y de manera periódica en El País) nos informe de qué es lo que realmente está pasando ahí fuera. La costumbre, la convención y el punto de vista homogéneo que nos impone la mayoría de las voces mediáticas nos llevan a percibir con normalidad, sin pasmarnos lo más mínimo, circunstancias o hechos extraños que encubren, en realidad, misterios incomprensibles y apasionantes. Siempre es necesario, por tanto, que alguien nos ponga sobre aviso de que nuestros punto de vista está viciado y adormecido, que nos descubra la magia que encierra cada gesto, cada hecho cotidiano. Y es que a fuerza de vivir, de levantarnos, tomar el desayuno mientras vemos las noticias, trabajar, pagar la hipoteca, cenar mientas vemos las noticias e irnos a la cama, a fuerza de vivir, en definitiva, terminamos convencidos de que el mundo que nos rodea es así, tal y como nos lo cuentan, y de que no no hay nada de asombroso o terrorífico en ello. Pero Millás nos quita la venda de los ojos, y nos obliga a sentirnos -al igual que el K. de Kafka- como un tipo que se extraña de todo, hasta de su propio cuerpo, al que ve como “un territorio con escasa vegetación, aunque con abundante fauna”. ¿Quién no se ha sentido, por ejemplo, si no como una cucaracha, como un extraño, como otra persona tras un intenso proceso gripal?

La gripe me había abandonado. Me levanté, fui al baño, y aseé con esmero lo que había quedado de mí. Una vez reconstruido, me propuse recuperar la rutina anterior a la enfermedad, pero las cosas no fluían. El café no sabía a café ni el periódico a tinta. La calle, siendo en apariencia la de siempre, había perdido los lazos que la unían a mí. Entré en un bar donde creyeron reconocerme, pero yo sabía que saludaban a otro que había vivido en este mismo cuero que ahora era un edifico vacío” (De “Empezar”)

Los textos de Millás, algunos más explicativos, otros, los mejores, cercanos al microrrelato, siempre actúan como un afilado bisturí que penetra en lo cotidiano y nos descubre lo inestable que allí se oculta. Como en la casa que va siendo tomada de Cortázar, aquí el elemento mágico y el horror nace de nuestro devenir más cotidiano, de aquello que nos rodea y que apenas observamos, tranquilamente, cada día. Y debemos agradecer al autor (aunque lo sospechábamos, nadie nos advirtió de ello con anterioridad) que por fin nos revele que las boleras son lugares perversos donde dementes acuden a observar espaldas, los zapatos son aburridos devoradores de calcetines o los teléfonos, insólitos instrumentos que nos comunican con el pasado. Millás nos recuerda, si es que lo habíamos olvidado, que todo aquel que deje de fumar dejará irremediablemente de creer en Dios, y que nuestra relajada actitud ante la pasividad de algunos seres inanimados está claramente infundada, ya que, como todos intuíamos, la ropa envejece sola en los armarios (“La ropa”) o las perchas pueden llegar a sustituir a sus dueños (“El galán”). Nos desvela incluso que todos los objetos poseen una irritable tendencia al suicidio, que escondemos bajo el nombre de ley de la gravedad (“Suicidios”).

Con el dinamismo y sencillez del texto periodístico, pero experto también en condimentar el párrafo con ingredientes propios de la narración breve (principios que crean expectativas, dosificación de la trama, concisión, humor...), el autor de estos “articuentos” se muestra especialmente genial cuando nos revela lo absurdo (por convencional) y falto de lógica de su principal arma de trabajo: el propio lenguaje. Entro los textos que más nos han subyugado nos atrevemos a citar “Diario”, “No tiene perdón”, “Amortización” o “La corrección en el lenguaje”, entre muchos otros.

No sabe, además, el autor cuánto le agradecemos que haya decidido eliminar aquellos textos más relacionados con la realidad política actual, ya que en estos su talento se ve mermado e incluso sustituido por un radicalismo ideológico (da igual del color que sea) que roza la vulgaridad más aburrida. Así que, a pesar de que en este volumen de casi mil páginas encontramos escritos que parten de algún acontecimiento o noticia de actualidad, esta actúa siempre como punto de partida para mostrarnos la realidad de una manera distinta a la que estamos acostumbrados.

El autor ha dicho de este libro que es como una biblia, no por su carácter sagrado, sino, primero, por su grosor, y segundo, porque se puede leer de manera fragmentaria. En mi opinión, la mejor manera de disfrutar el libro es leer un “articuento” al día, cada mañana, justo antes de salir a la calle a enfrentarnos con esa extraña realidad que nos espera, y nos acecha. Su lectura nos ayudará a comprender mejor que todo aquello que antes nos parecía normal es, en realidad mágico, absurdo y, sobre todo, profundamente terrorífico.

3 comentarios:

Mariluz dijo...

Me encantan estos críticos tan apegados a la vida doméstica. Hay un bar debajo de mi casa (yo también pago hipoteca-solita) que tiene como costumbre regalar un zumo en el desayuno y no comprar El País por principios. A Millás lo conozco gracias a mis deserciones. Me gusta mucho. A pesar de ser valenciano, en Alicante no le tenemos eso en cuenta. Me haré con el libro. Gracias EC.

Giróvago dijo...

La adjetivación del crítico es terroríficamente convencional.

Guillermo Fdez dijo...

"Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada."