10 febrero 2012

Artesano brillante


Cerrar los ojos para verte

Rodrigo Olay

Universos, 2011. Colección "Texu"

ISBN: 978-84-938530-6-8

86 páginas

10 €

Premio Asturias Joven de Poesía 2010



Rafael Suárez Plácido

Cuando se está hablando de un poeta español, aún por consagrar, publicado por una editorial desconocida y periférica, en una colección casi institucional y, además, es el primer libro de un autor tan joven, es muy difícil encontrar tanta unanimidad en el elogio como he encontrado ante este libro, Cerrar los ojos para verte, de Rodrigo Olay. Y eso que normalmente la juventud y el ser autor primerizo son factores que relajan a la crítica y le hacen estar poco atenta y se pasan por alto los errores con la manida frase: “es su primer libro, con todo lo que ello supone.” Hay una segunda frase también típica en estos casos: “no parece su primer libro.”

Rodrigo Olay es un autor brillante. Sus poemas son auténticos fuegos de artificio que provocan enorme admiración en quien los lee. Este libro parece un resumen de toda la historia de la poesía española. Yo diría que el repaso se quedó en Luis Cernuda, aunque también hay citas de Aleixandre y algunos poemas que nos hacen mirar de reojo a sus paisanos Víctor Botas, García Martín y guiños a José Luis Piquero. Es probable que haya algo de otros, pero asumamos estos tres referentes como esenciales. Claro que Víctor Botas y García Martín son presencias constantes en el libro y Piquero aparece con cuentagotas. Lo que sí veo que no hay es demasiado Rodrigo Olay. Y eso es un problema. Cuando descubro un autor nuevo, espero encontrar el motor o los motores que mueven su vida. En este libro encontramos algunos que podrían ser válidos: el desamor, el gran tema de muchos de los poemas del libro, y el amor a la poesía. Pensaba escribir “a la literatura”, pero dejémoslo en poesía, de momento.

Aún no he escrito su edad. Rodrigo Olay nació en 1989, luego estamos hablando de un autor que tiene unos veintitrés años. Probablemente terminó el libro un año o dos antes ya que fue premiado en 2010. Y en el subtítulo leemos que hay poemas de 2005. Conozco muy pocos casos parecidos y los que conozco hacen de él un autor muy prometedor. También es cierto que aún no ha demostrado nada. Sí, ha demostrado que es un brillante compositor de versos. Sí, ha demostrado que ha leído, pero no estoy seguro de que aún haya asimilado demasiado. Sí, también ha demostrado, quizás sea eso lo que más nos ha demostrado, que tiene un oído prodigioso para la poesía. Y no se queda atrás en ingenio.

Añora la época de la infancia: “un pasado / que hoy sueño cual –yo es otro- inalcanzado / e irrepetible cuento perdido”. En el soneto “Constantes vitales”, hace un repaso de su vida. Cuatro estrofas, cuatro etapas: infancia, adolescencia, madurez y senectud. Y se sitúa en la madurez. Se ha saltado lo que realmente está viviendo. Quizás no debería, pero reniega: “No soporto ser joven. / Es el mejor momento de la vida. / Pero no soy feliz.” La juventud, aunque en poesía casi siempre lo parezca, no siempre ha de ser estúpida, alocada ni ignorante. Cuidado con algunos cantos de sirena que tratarán de embarcarle en empresas poco favorables. La factoría Oliver es experta en hijos pródigos que han salido al mundo y se han ido perdiendo para la poesía. Probablemente les vaya bien en otros quehaceres cercanos o paralelos a ella. Pero “ir bien” no significa nada; no garantiza nada.

Parece que retoma, avergonzado, la cuestión de la juventud: “Lo confieso: también / yo fui joven y fui / dichoso”. Y fue joven en París. ¿Desea volver? “Lo peor, sin embargo, es que si existe / una buena razón para volver, / entonces sólo somos lo perdido, / entonces nos retienen los dedos de la lluvia, / sus hilos desgastados, su voz fina. / Y es entonces volver / ver vivir, estar muerto.”

Su dominio formal incluye formas que van del haiku y la soleá, al soneto. ¿Para qué escribe? “Escribes haikus / para engañar al tiempo. / Vive y engáñate.” Y ya tiene calculado cuál va a ser su sitio. Lo escribe en el título siguiente: “A un poeta menor de 1989”.

Los dos poemas que más me han gustado son “American dream”: “Cuántas veces soñé con no ser diferente, / yo quería ser sólo uno más en el grupo” (este verso me recuerda muchísimo a alguno de José Luis Piquero), y aun más, sí, es un gran poema, “Operación Triunfo” donde juega a hacernos ver que está hablando de algo, el concurso-reality para, al final, mostrarnos que nos habla de una cosa diferente. La imagen final nos evoca, claro, a José Luis García Martín.

¿Cuánto hay en estos poemas de Rodrigo Olay y cuánto de sus lecturas? ¿Puede un autor con veintipocos años decirnos que está en su madurez vital. ¿Es creíble el poemario? ¿La literatura será su vida o llevará la vida a la literatura? ¿Es real el personaje o es un brillante impostor? ¿Y si es un impostor, seguirá deslumbrándonos con sus artificios? No sé si habrá próximos capítulos, para desentrañar estas y más interrogantes. Me quedo con ganas de saber cómo es Rodrigo Olay. Sé que es brillante, pero eso no me basta. O tal vez sí.

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