16 diciembre 2010

En busca de claridad

Con el tiempo

Enrique García-Máiquez

Renacimiento, 2010

ISBN: 978-84-8472-591-6

67 páginas

12 euros







Jesús Cotta

Voy a decir por qué me ha gustado tanto este libro de Enrique García-Máiquez (Murcia, pero el Puerto de Santa María, 1969):

-porque los finales de todos los poemas son estupendos y, no porque den un giro inesperado, que también, sino porque el poema va empapando el alma en muy poco tiempo, con palabras sosegadas, pero de una honda intensidad interior, y, de pronto, con el final, el alma se mete dentro del corazón y éste se inflama

-porque los poemas más personales son los más universales y emotivos, como In memoriam, Salto, Albada o El hijo que no tengo

-porque el libro trata los temas de siempre con enfoques nuevos y está lleno de reflexiones originales y reveladoras. En concreto, el poema de La higuera estéril no se me olvidará nunca: cuando esté triste y desesperado, lo leeré una y otra vez. Y Hecatombe es una maravilla que pasará a la historia de la literatura, os lo aseguro, por terrible, maravilloso, revelador, responsable y ecológico sin buenismos. Lo deberíamos leer todos y aplicarnos el cuento que el autor se aplica a sí mismo, sin pretender dar lecciones a nadie

-porque el libro tiene sentido del humor (cuando estaba delgado e iba a fiestas), sin chiste fácil ni sarcasmo, sin caer en la subestima barata y doliente. Se trata más bien de buen conocimiento de sí mismo, de un “a pesar de todo, está bien”. El autor se ríe de sí con tanta gracia, que dan muchas ganas de conocerlo y darle un abrazo. Leed, si no, Variación sobre Cardenal, Icono y Últimas voluntades

-porque su poesía es sencilla y transparente, pero sin renunciar a estrujar el lenguaje para sacarle el máximo partido, ¡y sin que se note!, como ocurre en Voces, que estremece, y en el sorpresón final de De cine, que, además, tiene doble y triple sentido, cada uno con sus connotaciones, a cual más bonita; y como ocurre en La pregunta:

¿quién no te mira así, cómo es posible
que sólo lo haga a veces, nunca siempre?

-porque a mí no me gustan los poetas tristes ni los jocosos, sino los sencillamente alegres, los que, sin ocultar el dolor del mundo, retiran con una mano cálida las ramas podridas que nos sepultan para señalarnos una estrella

-porque en el libro no hay sólo endecasílabos blancos, sino otros metros y también coplas, haikus, versos discretamente asonantados y un soneto que es una maravilla, con rimas fuertes pero imprevisibles y con un final de antología. En la variedad está el gusto y la maestría

-porque el libro no tiene grandes pretensiones, sino grandeza. Su garra es su discreción

-porque de todo lo que le he leído al autor, éste es el mejor libro. Los buenos poetas lo son aún más con el paso del tiempo

-y porque a los que somos retorcidos de pensamiento y, a veces, de escritura, nos vienen bien revelaciones como ésta:

Las retorcidas
ramas buscando clari-
dad. Como yo.

Y como yo. Gracias, poeta. Retorcerse sólo vale la pena si es para buscar esa claridad sin retorcimientos.

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