05 febrero 2010

Disfruta del fin de tu vida

La tienda de los suicidas
Jean Teulé

Zeta Bolsillo, 2010

ISBN 9788498723434

160 páginas

6,95 €

Traducción de Teresa Clavel


Luis Manuel Ruiz


El mundo se ha convertido en eso que profetizan los telediarios: la polución ha destrozado el cielo y los rayos del sol caen como jabalinas sobre las playas; vagos desastres nucleares han sustituido el aire por ácido sulfúrico y nadie puede cometer la imprudencia de respirar; la razón ha retrocedido después de la quiebra del sueño ilustrado y se impone el regreso a viejas formas de oscurantismo, encarnadas en religiones de torres altas y negras, donde hombres llenos de desesperación celebran sus holocaustos. En este panorama, quien piense en el futuro ha de renunciar a él: el negocio más lucrativo será el que ofrezca a su clientela no disfrutar de la vida, lo cual ya es imposible, sino poner un término a sus incomodidades del modo más sucinto e higiénico.
Es lo que hacen desde diez generaciones atrás los Tuvache, propietarios de una tienda singular que día a día se ve desbordada por la demanda de nuevos productos y material asesino. Porque los Tuvache gestionan la Tienda de los Suicidas, un supermercado de la muerte en el que el usuario podrá servirse de todos los medios habidos y por haber para acortar esta molestia llena de secreciones y anhelos: sogas a prueba de cuellos recios y gargantas de piedra; cuchillas de afeitar con el filo oxidado, para unir el tétanos a la hemorragia; venenos envueltos en papeles brillantes que harán que los niños abandonen el mundo con una sonrisa; pistolas, puñales, explosivos, por supuesto; y la especialidad de la casa, los kits: el kit Mishima incluye kimono y un cuchillo ritual con el que sajarse la barriga, el kit Turing un juego de pinceles, un panel y una manzana envenenada. La familia Tuvache contempla con el debido pesimismo (porque el entusiasmo es una ofensa contra el deber profesional) cómo su prestigio y sus dividendos crecen a un ritmo parejo, mientras la reputación de su firma atrae a desesperados de todo el mundo a su tiendecita con alacranes y flores violáceas en los expositores. La pervivencia del negocio, y aun su ampliación, está asegurada para unas cuantas décadas más: las nuevas generaciones, con el joven Vincent a la cabeza, planean construir un parque temático del suicidio donde las montañas rusas conduzcan al abismo y el tren del terror escupa duchas de fuego y piedras. Hasta que sucede algo imprevisto: algo que, horror, hace pensar a uno de los Tuvache, Alan, el benjamín, que las cosas podrían ir mejor. Y el optimismo, y la esperanza, entran en la vida de la familia como el peor de los infortunios.
Se reedita ahora en formato de bolsillo esta divertida parábola del francés Jean Teulé sobre el sentido de las cosas, la desesperación y la importancia, muy de libro de autoayuda, de no dejarnos encerrar en las habitaciones peor oreadas de nuestro carácter. En un tono descaradamente irónico, salpimentado con dosis generosas de humor negro y cierto cariño por personajes muy maltratados por el destino, La tienda de los suicidas entronca con una venerable tradición: esa que arranca de Luciano o de Swift y que se propone como objeto denunciar los rumbos desnortados y los dislates varios a que puede conducir la razón humana cuando no se tira de ella con la correa. En un mundo lleno de agoreros, atemorizado por los fuegos cruzados de la crisis energética, la carestía de valores y la bancarrota ecológica, bien está dejarse arrancar una sonrisa y juguetear con la esperanza: esa cosa fragante y gaseosa que queda en el doble fondo de la caja de los males. Una lectura, en fin, para corazones necesitados de vaho.

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