09 noviembre 2009

Cirugía al Amor

En Grand Central Station me senté y lloré

Elizabeth Smart

Periférica, 2009

ISBN 978-84-92865-00-0

160 páginas

17,50 euros

Traducción de Laura Freixas



Carolina León

Exploración, análisis, radiografía, desmenuzamiento, cartografía, microscopía del sentimiento amoroso. Busco la palabra exacta que le haga justicia a un trabajo tan enconado como encoñado acerca del Amor. Ni atisbo por ningún lado del tema romántico, aviso. ¿Cómo abordarlo, pues?


La señora Smart desglosa, en ciento sesenta páginas, algo que está muy lejos del tópico de la pasión amorosa tal como nos la han servido docenas de literatos, y en donde eso, el Amor, se ofrece sepultado bajo elementos nada amables: crueldad, egoísmo, frialdad, dolor, abandono, soledad, rabia, miedo.

Primero: hagan el esfuerzo de entender que, siendo autobiografía, se trata de una elaboradísima reconstrucción de la historia personal de la autora con el poeta George Barker. Elaborada como el mejor soneto de Shakespeare o cualquier poema de Petrarca. Están los sentimientos sublimados (que no quiero decir elevados) y encajados en un campo que no es precisamente el de la novela, aunque esta forma literaria sea la que más se ajuste para describirla.

Segundo: el eterno presente de indicativo hace creer que podría haber sido redactado como un diario de los sucesos (metamorfoseados constantemente por la metáfora, la imagen bíblica, el alegato a la tradición, un lenguaje lírico donde toda palabra funciona como símbolo). Saber que se trata de un relato sobre sus propias experiencias empuja doblemente a caer en la trampa.

Tercero: la elaboración literaria es prolija, pero no por eso se esconde ni una pizca de la sordidez de los sentimientos y hechos aquí expuestos. Es al final, cuando pasamos la última página, que descubrimos las notas de traducción agrupadas en las cuartillas finales, que dan cuenta de los muchísimos anclajes en la literatura (anglosajona, pero no exclusivamente) que tiene el texto.

Cuarto: la modernidad absoluta de esta extraña novela radica en su impudor. En la labor de una escritora que, habiéndolo vivido todo, se apresta a contarlo todo. El verdadero hallazgo de esta mujer fue encontrar una suerte de lenguaje nuevo para relatar algo tan viejo como una devastadora pasión. Ese lenguaje, la textura interna del libro, no rechaza ningún referente, y el mundo entero que la rodeaba cabe dentro, de una forma u otra, de los (vistos con ojo clínico) insípidos hechos narrados. Así, la velocidad a la que el mundo giraba, la guerra, las cafeterías, las carreteras, las ciudades, las estaciones, los revisores del autobús y los camareros, las pequeñas ciudades canadienses, el provincianismo, la gran América, la homosexualidad y la religión entran como personajes, como coro de la tragedia. Entran los delirios, los recovecos más densos del alma, la locura, la procacidad, la escatología, el miedo, las habitaciones de hotel sucias, las miradas reprobadoras. Entra prácticamente todo a formar parte de una novela en la que no hay descanso, hay Amor, pero no descanso.

Quinto: es, así, exigente como todo buen libro. La tendencia por el uso reiterado de algunas grandes palabras -sangre, dolor...- lo hace estar muy cerca de una lírica simbolista que, para esta lectora, guarda curiosas concomitancias con la de la poeta argentina Alejandra Pizarnik. En Smart la concentración de sentidos tiene otra forma de plasmarse.

Sexto: todo lo anterior hace que el mundo representado se diluya. Tal trabajo interior termina por desconvocar los referentes. Simple y llanamente, cuando te dejas atrapar por esta prosa, sólo existe esta prosa. Al cabo, las metáforas no se sienten metáforas, sino descripciones directas de las cosas.

Exactamente, como si de un texto científico estuviésemos hablando. Smart se sentó, lloró, pero por suerte escribió esta novela: un modernísimo paper de investigación espeleológica en la pasión amorosa, sin escrúpulos ni vanidades; al rascar debajo de la cobertura azucarada de la palabreja Amor, descubrió por último un corazón agusanado.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

“Mi corazón contra mi corazón se encarniza”. O, “es hora, amor, de deponer las armas, pues todas las batallas están perdidas”. Aún conservo algunas notas de lectura de esta emocionante y extraña novela que leí en la edición de Lumen. Me sumo a la recomendación y a la emoción de esta reseña.

Anónimo dijo...

Gran crítica y gran libro. Qué buena lectura, a la altura del libro. Un placer leer comentarios así.
JL

Carolink dijo...

Oh! Gracias a ambos anónimos. Pensé que me había quedado un poquito ampulosa. :)

Ale dijo...

A mí también me ha gustado esta entrada sobre el libro de la Smart, a la que he llegado casualmente buscando el autor de la fotografía de portada. Como no doy por perdido mi objetivo, solicito el favor de alguien que, teniendo el libro, me mire el dato que ando buscando. Gracias y perdón por utilizar estos comentarios.

Carolink dijo...

Bert Hardy, es una imagen sacada de Getty Images. Acabo de leer tu comentario. Gracias y saludo!

Ale dijo...

Muchas gracias, es justo lo que quería. Saludos cordiales.