23 noviembre 2009

Artistas de la vida

El pabellón azul

Ramón Pernas

Tropo Editores, 2009

ISBN: 978-84-96911-15-4

211 páginas

18 euros






Carolina León


Un libro en el que, en apenas doscientas páginas, se repasa una vida, desde la perspectiva de la vejez, apela a nuestros prejuicios y los pone a preguntarse si de ahí se puede esperar una buena novela. Sin embargo, si a esa vida -motor, tema, argumento- le ponemos trashumancia, circo, vida en la cuerda floja, emigración, descubrimiento de nuevos mundos y nuevas capacidades, viajes, tradición y lazos afectivos, empezamos a manejar asuntos más atractivos y ya pueden empezar a callarse aquellos (prejuicios). Si a esto se le une un pulso narrativo organizado desde la memoria, de confección sencilla, casi humilde, y de inspiración sentimental y nostálgica, con un personaje narrador esperando los últimos días de su vida y la visita del mayor de sus hijos, repasando desde la infancia los trayectos y estancias, el resultado ya puede ser una lectura con frescura, elegancia y posibilidades de aprovechamento para cualquier lector sensible.

Y El pabellón azul es muchas cosas en su corta duración. Es una novela de memorias -los temas que recorren como ríos una vida, difuminados o engrandecidos por la distancia del espacio y el tiempo-, y como tal puede leerse como el recuento de las estampas dentro de un álbum fotográfico familiar.

Es un relato de ambiente nómada, y en ese sentido puede entenderse como novela de viajes e incluso road movie (en fin, road novel, pero con carromatos): el viaje es en sí otro personaje, a lo largo de toda su duración (novela identificada a una vida) y es el sino de la existencia de Augusto Bordino, protagonista y narrador, hijo de titiriteros y domadores de caballos, cuyo trayecto vital está marcado por el circo, la ausencia de plaza fija, las actividades artísticas (pasa de hablar con los osos a proyectar cine, a tocar acordeón, a cantar y bailar tarantelas para los emigrantes en Argentina, a dirigir una función de payasos y enanos, a producir espectáculo teatral en sala estable...). Todo el libro está lleno de una visión cariñosa, pero no apocada, sobre el pequeño gran arte. Al mismo tiempo, con ese viaje incesante se relatan las transformaciones de todo un siglo y los profundos cambios de paradigmas para las personas que lo vivieron.

Puede entenderse como relato de emigración, así como de saga familiar. Los protagonistas van sumando etapas, trasladándose de un lugar a otro y probando nuevas opciones de subsistencia, siempre en marcha y siempre implicando la imaginación para encontrar una nueva forma de salir adelante. El viaje los lleva a cruzar el mar y probar suerte en el país de las oportunidades, Argentina, y así se integran más temas aún, como el de los de los viejos europeos en el nuevo continente.

Es, también, una novela de freaks. Un término completamente anacrónico tratándose de un libro de factura tan clásica pero, en el interior, uno de los temas mejor y más transitados es el de la nueva familia desconectada del concepto canónico, rígido, presente por siglos en la tradición católica. Bordino sale de un inmenso clan gitano y, buscándose la vida, se asocia con infinidad de seres con los que no hay vínculo de sangre de por medio, y a los que une otro tipo de lazos. El río de la vida va acercando a su carro a gallegos sin hogar, ingenieros alemanes frustrados, extraños seres de dos colores, huérfanos androplásicos, ganapanes de todo tipo. Él, su mujer y sus hijos van adoptando y adaptando nuevos miembros, en una suerte de comunidad de conveniencia y de afecto, perfectamente moderno en su carácter de familia fundada sobre la necesidad y la convivencia.

Y es, al final de todo, una novela de artistas. De artistas de la vida, hagan o no malabares o equilibrios. Cada cual puede extraer una fina capa de curiosidades, temas afines o caras seductoras de este pequeño gran libro, porque en su desgranamiento está cuajado de sensibilidad, gracia, amor a la vida, descubrimientos. Pero lo que más me emociona, como lectora, en que en todo su transcurso, sin riesgos aparentes, lo que pervive y cobra protagonismo absoluto es la ferocidad de la imaginación que inventa y reinventa las opciones vitales para salir adelante, del personaje narrador y sus demás aliados.

La editorial Tropo hizo una estupenda elección al recuperar esta novela (la segunda) de Ramón Pernas, más de diez años después de su primera edición. Es necesario avisar que, como artefacto literario, es a ratos demasiado homologado, casi demasiado bien atado. Pero su envidiable costura interna y la preciosa baraja de temas interiores lo convierten en una lectura intensa, emocional y vibrante como las mejores obras creadas desde la nostalgia y la memoria.

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