28 agosto 2009

Un poeta a tres voces

Epitafio
Yannis Ritsos
Diputación de Huelva, 2009.


ISBN: 978-84-8163-481-5
117 páginas.

10 €
Traducción de Juan José Tejero y Manuel García


Jesús Cotta
La historia reciente de Grecia tiene muchas similitudes con la nuestra: guerra civil, dictadura (varias, además) y democracia. Quizá eso explique que Lorca sea más leído y admirado entre griegos que entre españoles, lo que ya es decir. Al interés griego por la cultura española, España ha respondido con traducciones de Kazantzakis, Kavafis, Seferis y Elitis y, por fin, empieza a sonar el nombre de Yannis Ritsos (Yannis es Juan, para quien no lo adivine). Y poco a poco irán surgiendo más nombres, porque la pujanza literaria de Grecia en el siglo pasado, como la de España, no tiene parangón y sorprende además en un país tan pequeño.

Yannis Ritsos (1909-1990) sufrió penalidades y destierros en islas inhóspitas por su compromiso con el partido comunista. En esto del compromiso y el sufrimiento, se parece más a Miguel Hernández que a Alberti. En 1977 recibió el premio Lenin, que es como el premio Nobel de la izquierda. Y Epitafio es una obra de juventud que en Grecia goza de tanto prestigio como aquí la Elegía a Ramón Sijé o el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías.

La escribió por la impresión que le causó esta fotografía publicada en la prensa griega en 1936, que muestra a una madre llorando ante el cadáver de su hijo, asesinado durante la represión de una huelga de trabajadores en la ciudad de Salónica.


Eligió para esta obra el verso decapentasílabo, que en la tradición griega pertenece al canto medieval y popular. En griego el título no alude a lo que epitafio significa en castellano, sino al llanto de la Virgen por la muerte de su hijo, un canto de larga tradición en la poesía bizantina.

Pues bien, esta edición de Ritsos sorprende gratamente por dos razones:



1. Porque no se trata de una antología para acercar al público español la obra de un poeta desconocido, sino de la edición de una obra concreta y señera que merece en la literatura europea un lugar tan destacado como Veinte poemas de amor y una canción desesperada.



2. Porque de cada uno de los veinte poemas podemos disfrutar de tres maneras distintas:

-con la reproducción de la letra griega y manuscrita de Ritsos, clara y elegante, para los conocedores del griego moderno y para los amigos de alfabetos hermosos

-con la versión fiel y elegante de Juan José Tejero

-y con la versión en verso romance de Manuel García.



Aunque el decapentasílabo griego se asemeja más sonoramente a un alejandrino o a un endecasílabo seguido de un tetrasílabo, Manuel García, con buen tino, ha optado por el octosílabo, porque, mientras que en español el alejandrino y el endecasílabo son versos más bien cultos, el romance es un verso tan popular en España como en Grecia el decapentasílabo y porque permite rimas asonantes sin ripios y sin excesivas ataduras.

El reto del buen traductor de poesía es mantener en la traducción tanto los conceptos del original como su mismo grado de belleza y poesía, porque traducir a un poeta no consiste tan sólo en verter conceptos, sino sobre todo en transmitir en otra lengua la belleza y expresividad del original. Muchas veces suele ocurrir que para mantener lo uno hay que sacrificar un poco lo otro.

Pues bien, el traductor y el versificador en este libro han optado por una tercera vía: por un lado, una traducción fiel y elegante y sin rima y en verso largo y, por otro, una versión más libre, que busca en español la misma garra y emotividad que el original.



Donde Juan José Tejero dice



...mi aromático bosque de millones de hojas y raíces,

¿quién me iba a decir a mí que iba a perderte?



Manuel García dice



Bosque mío, fronda mía,

raíces de mi desvelo,

¡cómo pudimos quedar

yo tan sola y tú tan muerto!



Doy, pues, la bienvenida a este libro donde palpita un amor muy grande y sin disimular por el quehacer poético. Yannis Ritsos puede estar satisfecho.

Y a ver si algún editor se anima a publicar un libro con poemas de Ritsos, Maiakovski y nuestro Miguel Hernández, que compartieron no sólo época, compromiso, inquietudes políticas y penalidades personales, sino sobre todo una altura literaria que los hace únicos en su estilo y a la vez universales. El poeta griego sufrió destierros y persecución, el ruso se suicidó cuando Stalin pretendió dirigirle los versos y al español lo suicidaron la cárcel, la pena y la enfermedad. Tres astros que alumbran un mismo camino en tres lenguas distintas.

Y para quien quiera más sobre Ritsos y poesía griega, lo invito a consultar la página literaria de Raquel Pérez Mena, revisora de la traducción y profesora de griego moderno en el Instituto de Idiomas de la Universidad de Sevilla.



1 comentario:

Alejandro Luque dijo...

Nunca me ha terminado de seducir Ritsos, pero igual vale la pena darle una segunda oportunidad. Lo de la versión doble me resulta muy llamativo, gracias por la recomendación.